Cualquiera es mi voz. Los miserables
de la carne y los beatos también,
y, al decir aves, o arcoíris, o hierba,
también digo búsqueda, encuentro, choque.
Con la voz quiero sostener lo invisible
del amor, y el sentido infortunado
desde el polvo de la fuerza olvidada
aquí y ayer y mañana la transmito
como un río en rebeldía interminable.
Murmura el eco a los que callan
y sufren amorosos por los hombres:
el amigo llorando en el entierro,
sin consuelo, rebelde de amor,
herido e insatisfecho ante lo dado.
Y, por el llanto, que es arma de fuego,
una araña sale de la boca muerta
y susurrante muerde y permanece
en el alma del amigo desvelado.
En contra de las cenizas el fuego.
En contra del taladro la palabra.
La lluvia serena moja las aceras
y rompen los gusanos el subsuelo.
Abraham Peralta Vélez